Rachmaninoff
Compartimos el comentario del señor Otero por estar de acuerdo con sus observaciones acerca del absurdo tratamiento visual de las óperas de Rachmaninoff (el resaltado en color amarillo es nuestro).
Mundoclasico.com
31/05/2013
Rachmaninov por dos, por Gustavo Gabriel Otero
La carrera internacional de las óperas de Sergei Rachmaninov es marginal. Sus tres óperas son escasamente representadas y las pocas funciones son ofrecidas en ciudades rusas o dentro del ámbito cultural eslavo. La más representada es Aleko (de 1893), le sigue Francesa da Rimini (de 1906) y es casi imposible encontrar funciones de El caballero avaro (también de 1906).
El Teatro Colón ofreció, en carácter de estreno local, dos de las tres óperas del compositor ruso en un más que interesante programa que se concretó con una realización musical de excelencia y una faz visual controvertida.
La carrera internacional de las óperas de Sergei Rachmaninov es marginal. Sus tres óperas son escasamente representadas y las pocas funciones son ofrecidas en ciudades rusas o dentro del ámbito cultural eslavo. La más representada es Aleko (de 1893), le sigue Francesa da Rimini (de 1906) y es casi imposible encontrar funciones de El caballero avaro (también de 1906).
El Teatro Colón ofreció, en carácter de estreno local, dos de las tres óperas del compositor ruso en un más que interesante programa que se concretó con una realización musical de excelencia y una faz visual controvertida.
Aleko, basada en el poema Los gitanos de Pushkin, tiene su ambiente en un campamento nómada; Francesca de Rimini, una adaptación de parte del Canto V del Infierno, de la Commediade Dante Alighieri, transcurre en el averno. Así las dos obras tienen en común la infidelidad y el asesinato, por parte del marido engañado, de su esposa y el amante de turno.
Vista general de la producción de Silviu Purcarete para la ópera ‘Aleko’ de Rachmaninov. Teatro Colón de Buenos Aires, mayo de 2013.
© Teatro Colón, 2013
La puesta de Silviu Pircarete intentó llenar el espacio escénico de elementos comunes a las dos obras que las mismas no tienen. Así un ventilador de techo gigante que baja cuando Aleko asesina a los amantes reaparece en el infierno en Francesca -quizás para simular el viento que narra Dante o para refrescar a los condenados-, el Citroen usado en la primera escena de Alekovuelve en la última de Francesca, una insólita araña de caireles que en el campamento gitano nada significa es parte del palacio de los Malatesta, el hombre de los zancos y la enana en Aleko, en Francesca son una especie de autoridad eclesiástica, y hasta el oso del campamento gitano -que figura expresamente en el original de Pushkin que pudimos consultar en versión castellana del profesor Fulvio Franchi- aparece nuevamente en Francesca, sin demasiado sentido.
El resto de los movimientos escénicos planteados por Purcarete lucieron anodinos y pueriles. Quizás el único hallazgo sea la recreación, en el infierno, del asesinato de Francesca y Paolo que es igual escénicamente al asesinato de Zemfira y el joven gitano por parte de Aleko.
El resto de los movimientos escénicos planteados por Purcarete lucieron anodinos y pueriles. Quizás el único hallazgo sea la recreación, en el infierno, del asesinato de Francesca y Paolo que es igual escénicamente al asesinato de Zemfira y el joven gitano por parte de Aleko.
La escenografía de Helmut Stürmer es una gran estructura metálica de color negro que deja ver pasarelas. En Aleko representa un interior donde los gitanos pertenecen a un circo ambulante. Lo esencial del galpón gitano persiste en el infierno de Paolo y Francesca y en el Palacio de los Malatesta.
Responsable también del vestuario, Stürner, ideó trajes dispares, convencionales, y sin un anclaje temporal definido. Indudablemente pobre la iluminación de Henry Skelton.
Responsable también del vestuario, Stürner, ideó trajes dispares, convencionales, y sin un anclaje temporal definido. Indudablemente pobre la iluminación de Henry Skelton.
Vista general de la producción de Silviu Purcarete para la ópera ‘Francesca da Rimini’ de Rachmaninov. Teatro Colón de Buenos Aires, mayo de 2013.
© Teatro Colón, 2013
De una concepción escénica decididamente modesta, el punto más bajo fueron los movimientos coreográficos trazados por Karel Vanek. Anodinos en algún punto, limitados en otros, absurdos en general.
De los trece números musicales de Aleko -obra de graduación de Rachmaninov a sus 19 años- los primeros siete son de pintura de ambiente con una música bonita pero intrascendente, que dura aproximadamente la mitad de la obra. Quizás lo mejor sean las danzas que fueron arruinadas por los pasos circenses de la coreografía. El drama cobra intensidad a partir del duettino entre Zemfira y su amante y desde allí hasta el final hay verdadera energía dramática y música atractiva, aunque las influencias de otros compositores son indudables.
De los trece números musicales de Aleko -obra de graduación de Rachmaninov a sus 19 años- los primeros siete son de pintura de ambiente con una música bonita pero intrascendente, que dura aproximadamente la mitad de la obra. Quizás lo mejor sean las danzas que fueron arruinadas por los pasos circenses de la coreografía. El drama cobra intensidad a partir del duettino entre Zemfira y su amante y desde allí hasta el final hay verdadera energía dramática y música atractiva, aunque las influencias de otros compositores son indudables.
Vista general de la producción de Silviu Purcarete para la ópera ‘Aleko’ de Rachmaninov. Teatro Colón de Buenos Aires, mayo de 2013.
© Teatro Colón, 2013
Las ocho escenas de Francesca da Rimini son, evidentemente, de mayor interés dramático y musical. El preludio coral es sobrecogedor -aunque los figurantes de negro con esqueletos en sus manos trataran de hacerlo risible-, el trabajo cromático y las densidades armónica evidencian el crecimiento notable del compositor entre su graduación en el Conservatorio y el año 1906, el extenso dúo amoroso entre los dos amantes señala el punto culminante de la obra y en la continuidad musical está bien estructurado el abrupto y violento desenlace final.
La orquesta, dejando pasar algún acorde de bronces poco feliz, cumplió una labor loable, conducida por Ira Levin, quien supo llevar a buen puerto y con calidad ambas obras. Manejó muy bien los matices y el balance entre el foso y la escena.
El Coro Estable tuvo una participación brillante que contribuyó a la excelencia musical de la noche.
La orquesta, dejando pasar algún acorde de bronces poco feliz, cumplió una labor loable, conducida por Ira Levin, quien supo llevar a buen puerto y con calidad ambas obras. Manejó muy bien los matices y el balance entre el foso y la escena.
El Coro Estable tuvo una participación brillante que contribuyó a la excelencia musical de la noche.
Vista general de la producción de Silviu Purcarete para la ópera ‘Francesca da Rimini’ de Rachmaninov. Teatro Colón de Buenos Aires, mayo de 2013.
© Teatro Colón, 2013
El veterano Sergei Leiferkus compuso dos maridos traicionados: Aleko y Lanceotto Malatesta. Con su línea de canto de gran nobleza, bello timbre e interesante musicalidad, dio vida a ambos personajes.
Irina Oknina, objeto del deseo en ambas óperas como Zemfira y Francesca Malatesta, evidenció una voz homogénea, buen fraseo y volumen adecuado. Quizás con mejor prestación en la primera obra de la velada que en la segunda, de mayor dramatismo.
Leonid Zakhozhaev fue un joven gitano -el amante de Zemfira- de voz poderosa y agudos certeros en Aleko y un correcto Dante en Francesca da Rimini.
Maxim Kuzmin-Karavaev fue convincente como un viejo gitano primero y como el Espíritu de Virgilio después. Hugh Smith, un tanto exigido en el rol de Paolo Malatesta, cumplió con lo necesario. Mientras que Guadalupe Barrientos, la única argentina del elenco, tuvo destacable participación en su brevísimo papel de vieja gitana en Aleko.
En suma: dos obras de estreno local sin audacias musicales, con altibajos escénicos y excelencia interpretativa.
Irina Oknina, objeto del deseo en ambas óperas como Zemfira y Francesca Malatesta, evidenció una voz homogénea, buen fraseo y volumen adecuado. Quizás con mejor prestación en la primera obra de la velada que en la segunda, de mayor dramatismo.
Leonid Zakhozhaev fue un joven gitano -el amante de Zemfira- de voz poderosa y agudos certeros en Aleko y un correcto Dante en Francesca da Rimini.
Maxim Kuzmin-Karavaev fue convincente como un viejo gitano primero y como el Espíritu de Virgilio después. Hugh Smith, un tanto exigido en el rol de Paolo Malatesta, cumplió con lo necesario. Mientras que Guadalupe Barrientos, la única argentina del elenco, tuvo destacable participación en su brevísimo papel de vieja gitana en Aleko.
En suma: dos obras de estreno local sin audacias musicales, con altibajos escénicos y excelencia interpretativa.