En la luz irradiante de la Resurrección,
queremos compartir con todos Uds. estas palabras
para vivir mejor, juntos, la Novedad de este acontecimiento "que hace estallar las tumbas".
La Iglesia,
“laboratorio” de la Resurrección
y anticipación del Reino
En su finalidad última, la vida cristiana entera es sólo una preparación para la resurrección y la Vida eterna (2 Co 5, 15. Fil 3, 10-11). Pero la Vida eterna no es la vida después de la muerte: es la vida con Dios. Comienza ya antes de la muerte física y debuta en la Historia. Se inicia con el bautismo en que, místicamente, ya comenzamos a participar de la vida del Cristo crucificado y resucitado (Rom 6, 3-11; Col 2, 12).
El Espíritu Santo, por Quien el Cristo está con nosotros hasta el fin de los siglos, nos comunica, en la Iglesia, la Vida del Cristo. Él nos hace participar del misterio de su Cruz y de su Resurrección y nos prepara para nuestra resurrección al final de los tiempos (Rm 8, 11).
Por el Espíritu Santo, en la Iglesia, la Cruz y la Resurrección del Cristo no son ya hechos del pasado, sino que se actualizan espiritualmente, de tal modo que uno se hace contemporáneo de Jesús. La noche de Pascua, los fieles cantan: Ayer, Cristo, compartí tu tumba; hoy contigo resucito. Ayer compartí tu Cruz, hoy comparto tu Gloria, oh Salvador, en tu Reino (Nocturnos de la Vigilia pascual).
La conciencia de la Iglesia, como laboratorio de la resurrección y anticipación del Reino de Dios, se expresa particularmente en los sacramentos. San Ignacio de Antioquia († 107) llama a la eucaristía pharmakon athanasias (remedio de inmortalidad) (Jn 4, 54).
En ese sentido, es muy significativo que, después de la comunión eucarística, el presbítero recite textos pascuales, como por ejemplo éste: Nos lavaste con tu Sangre, nos diste a beber tu Sabiduría, nos hiciste participar de tu Gloria, oh Pascua incorruptible, Inmortalidad del mundo. Esto muestra que la Iglesia es a la vez anticipación y camino hacia el Reino de Dios, hacia la Resurrección universal. Y “el Reino no es sino el Cuerpo glorioso del Cristo resucitado, en el cual, cada día, la humanidad entra en comunión […] A partir de ahí, Dios comienza a ser todo en todos” (Ignacio IV, Patriarca de Antioquia).
Daniel (Dan-Ilie) Ciobotea
Patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Rumania